sábado, 7 de abril de 2018

Perdón


               
[de  internet]

            “Al montarnos en el último autobús, ya éramos novios. Al bajarnos, me diste el anillo. Ya no hay ni un tú ni un yo, me dijiste, y tuve la certeza de entender a qué te referías. Habías trenzado el sedal para formar un circulito que me pusiste en el dedo. El anular izquierdo, vena amoris, llega directamente al corazón, me susurraste. Era un anillo de sedal transparente, firmemente trenzado y de puntas afiladas, y después de ponérmelo, lo ajustaste y le hiciste un nudo. El sedal de pesca es lo más fuerte que hay, me dijiste, y luego lo cortaste con los dientes. Te metiste mi mano entera en la boca. El sol estaba desapareciendo y la sal ya empezaba a picar sobre la piel. Noté enseguida que era un anillo incómodo, un anillo que iba a molestarme, pero tú decías que era fuerte, más fuerte que el oro, más fuerte que la sangre, que no había ni un tú ni un yo. Este anillo no se romperá nunca, esas fueron tus palabras y tuviste razón. Así fue como nos prometimos, con un sedal. Y recuerdo aquel día. Recuerdo cómo nos hicimos mayores el uno al otro. Cómo insistimos en no ser una casualidad. La primera noche. Las primeras palabras que siguieron. Cómo ya nada parecía casual.”




Perdón, de Ida Hegazi Høyer -2014-


martes, 20 de marzo de 2018

De niñas y faros

[de  internet]

                “Ahí está: la luz al otro lado del agua. Vuestra historia. La mía. La de él. Hay que verla y creer en ella. Hay que oírla. En el infinito parloteo de la narrativa, a pesar del bullicio del día a día, la historia espera a ser oída.
                Hay gente que dice que las mejores historias no tienen palabras. No les criaron para ser fareros. Es cierto que las palabras se desvanecen y a menudo las cosas realmente importantes no se dicen. Las cosas importantes se aprenden en los rostros, en los gestos, no en nuestras lenguas encarceladas. Las cosas auténticas son demasiado pequeñas o demasiado grandes, o en cualquier caso nunca tienen el tamaño adecuado para encajar en el templo llamado lenguaje.
                Eso ya lo sé. Pero también sé otra cosa, porque me criaron para ser farera. Apagad el bullicio del día a día y al principio sentiréis el alivio del silencio. Luego, muy quedo, tan quedo como la luz, regresa el significado. Las palabras son la parte del silencio que puede ser hablada.”


La niña del faro, de Jeanette Winterson -2004-

[Fragmento en El caimán sincopado]


sábado, 17 de febrero de 2018

Plantas de interior

[del blog Un tipo de letras]

“A los pocos días de estar en la casa de mi amigo había descubierto varias cosas, una de las cuales era que quizá yo no iba a escribir mis primeras obras importantes en ese sitio. Aunque el problema no era realmente el sitio sino la biblioteca de mi amigo: yo abría un libro al azar y leía una página o dos y quedaba completamente desmoralizado por el resto del día; procuraba alternar una vieja máquina de escribir que había encontrado en un rincón, y cuyos caracteres me gustaban mucho, y la escritura a mano, pero a veces me sentaba a sacar punta a los lápices hasta que surgiera alguna idea y pensaba y pensaba y cuando volvía la vista descubría que el lápiz que acababa de sacar de su caja se había reducido al tamaño de una uña y que a mi alrededor flotaba la viruta, madera vuelta una y otra vez sobre sí misma como las historias que yo había querido escribir y no había escrito. Apenas unos días después de haber llegado a esa casa, ya no quería escribir; de hecho, ni siquiera lo intentaba. Era como si supiera que había perdido el tiempo en la estación y el tren había pasado y yo iba a tener que caminar hasta el jodido fin del mundo, para llegar allí con los pies destrozados y descubrir que hacía rato que todos se habían ido y habían dejado sobre la mesa la cuenta sin pagar y unos cuantos platos sucios que yo iba a tener que fregar en la cocina para cancelarla.”




Algunas palabras sobre el ciclo vital de las ranas, relato de Patricio Pron incluido en la recopilación La vida interior de las plantas de interior -2013-