jueves, 31 de octubre de 2013

Vidas torcidas




Erlendur tenía por fin algo de lo que hablarle a su hija. Había estado husmeando un buen rato en la Biblioteca Nacional y buscando noticias de los periódicos y revistas que se publicaban en Reikiavik en 1910, cuando el cometa Halley pasó cerca de la Tierra con su cola a cuestas, llena de letal ácido cianhídrico.
[…]
Ya había atardecido cuando se sentó junto a la cama de Eva Lind y empezó a hablarle de los huesos encontrados en Grafarholt. Le habló de los arqueólogos que habían creado pequeñas cuadrículas en la parte superior del lugar donde estaban los huesos, y de Skarphédinn, que tenía unos caninos tan enormes que no podía cerrar la boca del todo. Le habló de los groselleros y de lo que les había contado Róbert sobre una mujer verde y torcida. Le habó de Benjamín Knudsen y de su novia, que desapareció un día, y del efecto que tuvo la desaparición de la muchacha en el joven Benjamín, y le habló de Höskuldur, que había alquilado la casa durante la guerra, y de lo que había dicho Benjamín sobre una mujer que vivía en la colina y que había sido engendrada en el gasómetro durante la noche en que la gente creía que el mundo se iba a acabar.
[…]
Las noticias de lo sucedido en el gasómetro esa noche se extendieron como un reguero de pólvora por toda la ciudad en los días sucesivos. Decían que la gente se había emborrachado por completo y que habían estado practicando toda clase de actos sexuales hasta la mañana siguiente, o hasta que quedó claro que el mundo no se acababa, ni como consecuencia del cometa Halley ni por las infernales llamaradas de su cola.
Muchos estaban convencidos de que algunos niños fueron engendrados en el gasómetro aquella noche, y Erlendur pensó que a lo mejor era uno de ellos el que había podido llegar al fin de sus días en Grafarholt muchos años después, y estaba enterrado allí.



La mujer de verde, de Arnaldur Indridason -2001-
(se puede encontrar también con el título Silencio sepulcral)
 

domingo, 13 de octubre de 2013

Deshielos


[Lomonosov University, del blog Guilirandia]

“En silencio, Frank se dispuso a elaborar mentalmente un breve discurso: “Querida Lisa, por favor, te pido que consideres las siguientes tres posibilidades que te planteo a petición de mi cuñado. En primer lugar, Karl Karlovich te quiere, aunque él no lo sepa aún. Le gustaría que te fueras a Inglaterra con él para cuidar de los niños durante el viaje, con el mismo salario que se te paga aquí (que para él es un salario justo), y luego, más tarde, cuando se dé cuenta de lo que siente realmente, querrá que te acuestes con él, para disgusto, desaprobación y envidia de todos sus vecinos de Norbury. Segunda posibilidad: Karl Karlovich te quiere, etcétera, etcétera, pero es más astuto de lo que yo pensaba, y él lo sabe. El resultado será idéntico, con el mismo salario que se te paga aquí (que para él es un salario justo), pero todo se llevará a cabo mucho antes de lo que piensas. Tercera posibilidad: Karl Karlovich no te quiere, pero sospecha que yo sí, y eso le aflige enormemente, en parte por su hermana y en parte, creo, por mí, ya que estoy seguro de que lo que intenta es velar por mi bienestar moral, y se le ha ocurrido que si puede llevarte con él a Inglaterra (seguimos con el mismo salario), me librará de caer en la tentación”.”



El inicio de la primavera, de Penelope Fitzgerald -1996-


viernes, 4 de octubre de 2013

Modelando a la mujer perfecta


[Danse à la ville, Pierre-Auguste Renoir -1883-]

“Querida Mrs. Keith,

Le prometí una vez que yo sería muy desdichado, pero dudo que me creyese; al menos no pareció que fuera así. De cualquier forma, estoy seguro de que deseaba que las cosas fueran distintas. Me han dicho que se ha hecho católica. Quizá ha estado rezando por mí a San Pedro. Es la única forma que tengo de explicar el cambio para bien que he experimentado anímicamente. Como sabrá, hace dos años, adopté a una niña sin hogar. Un día de estos ella se convertirá en una mujer encantadora. He hecho todo lo que estaba en mi mano para que así sea. Quizá, dentro de seis años, estará lo suficientemente agradecida como para no rechazarme como lo hizo usted. Rece pues por mí más que nunca. He empezado por el principio; será culpa mía si no tengo una mujer perfecta.”



Vigilancia y custodia, de Henry James -1871-